Así conseguí que me invitaran a una fiesta swinger Guatemala

La primera vez que escuché hablar de los swingers fue en la televisión. Con poco tiempo disponible y mucho morbo por despertar, el programa los presentaba como un grupo pequeño, clandestino y sobre todo lujurioso que ha descubierto la fórmula mágica para tener sexo con personas ajenas a su relación sin que su pareja se molestara. O incluso, que lo celebrara y participara de uno de los tipos de sexo más tabús del mundo.


Los miembros de esta comunidad están distribuidos alrededor del mundo y Guatemala, aunque a veces no lo parezca, queda en ese lugar.
Entonces, era sólo de encontrar a la comunidad. ‘Swinger Guatemala’ tiene 488,000 resultados. Empecé a toparme con mensajes como: “Hola, somos una pareja swinger. Ella 30, él 32. Buscamos aventuras. Somos muy higiénicos”.
Probé suerte buscando en Facebook. Hasta que localicé el perfil de Ricke’s Place, que al parecer es ‘el lugar’ en donde se hacen fiestas swingers.
Me puse a ver las fotos y le envié un mensaje a sus fundadores. Se trata de una pareja que tiene 13 años en este estilo de vida y 11 años de hacer fiestas para swingers.
Después de intercambiar algunos correos, decidimos conocernos en persona.
Llegó el día. Un mensaje en mi celular me avisó que mis entrevistados ya estaban libres. Me subí al carro e inicié el viaje hacia un café de la zona 10.
No me preguntaba cómo eran porque aunque tenían el rostro cubierto, había visto unas fotos que mostraban lo suficiente para intuir sus caras.
Una que no es swinger se siente ansiosa antes de un encuentro con los meros meros de la comunidad. ¿Cómo iba empezar la conversación?
¿Cómo hacerlos sentir lo suficientemente cómodos para que me contaran su historia sin ocultarme cosas?
¿Cómo demostrarles que no los juzgo?
¿Y, peor aún, cómo mostrarme relajada y empática sin que creyeran que estaba interesada más que sólo para contarlo en este reportaje?
Saber.
Era la única pareja en el lugar. Nos identificamos enseguida. Saludaron amables y me ofrecieron algo de tomar. Ricke y Pilly pude leer en los vasos de papel de sus bebidas.
Pilly es delgada, muy risueña y de ojos grandes. Su cabello es negro con unas mechas rubias que se asoman a los lados, por encima del cuello. Tiene uñas largas, pintadas de rojo. Y un pequeño arete en la nariz.
Ricke es moreno y de cabello corto. Tiene barba y bigote poco espesos. Sus ojos verdes resaltan por sus ojeras.
Intuyo –y luego confirmo- que están terminando los treintas. Visten completamente diferente a las fotos que vi en su perfil. Parecen personas comunes.
– Entonces, ¿cómo vas a enfocar tu artículo? El tema es muy amplio y delicado, dice Ricke.
– Como punto de partida, quisiera que me hablaran de su estilo de vida y de cómo llegaron hasta acá. Es un tema muy desconocido. Quiero empezar por eso y después podría –si me invitan- ir a alguna de sus fiestas.
– Yeeeey, dijo Pilly mientras Ricke asentía con la cabeza.
Yo sonreí nerviosa al ver ambas reacciones.
– ¿Cómo se conocieron?, pregunté.
Me cuentan que todo inició cuando tenían 13 y 14 años. Sí. 13 y 14. Él estudiaba en el colegio del primo de Pilly. Ella asegura que le gustaba desde que lo vio y en una kermés, donde había uno de esos juegos donde los niños se casan entre sí, decidió aprovechar la oportunidad. Eligió a Ricke como pareja.
Pasaron su ‘luna de miel’ viéndose las caras encerrados 10 minutos en un lócker porque ella se negó a besarlo. Y perdieron el contacto.
Como Guatemala es tan pequeña, en sus veintes se volvieron a encontrar y empezaron a salir. Después de un tiempo decidieron vivir juntos y tenían una vida sexual a la que califican de bastante convencional.
– Al extremo que ni siquiera mirábamos películas porno porque nos parecían aburridas, explica Ricke.
Él consideraba que en ese momento necesitaban inyectarle “eso que la gente dice que no se debe de hacer” a su relación.
Decidió buscar en Internet para obtener algunas ideas y encontró un relato que le pareció interesante. La historia, que se titulaba “swingers” iba de una pareja que cree estar siendo seducidos –cada uno– por una chica en un bar. Luego se dan cuenta de que está interesada en ambos y la pareja de ella se une al coqueteo.
Ricke aprieta los dientes cada vez que termina una oración. Su dicción es perfecta y su tono de voz es lo suficientemente alto para captar la atención de la camarera que limpia la mesa de al lado. Noto como nos ve de reojo y sonríe.
Él parece no darse cuenta o simplemente no le importa. Continúa contándome que le pareció buena idea mostrarle el relato a Pilly. Pero cuando volvió a buscarlo, no lo encontró.
A partir de entonces, ambos empezaron a interesarse en las fantasías sexuales del otro y a comunicar las propias. Un día Ricke le preguntó a Pilly si le llamaba la atención hacer algo diferente, estar con alguien más. Ella dijo que sí.
Fue entonces cuando utilizaron el sitio (paleológico) Latinchat para ver si encontraban a alguna pareja que tuviera el mismo interés y que pudiera explicarles en qué consistía el estilo de vida swinger.
– Había unas salas más perversas que otras, dice Ricke sobre Latinchat.
Se fijaron en un usuario que usaba de sobrenombre ‘swinger’.
Lo que empezó con un intercambio de saludos continuó con muchos mensajes y el envío de fotos de partes del cuerpo de los cuatro. Después de varios meses la otra pareja propuso una reunión. En la Ciudad de Guatemala. Fueron a un restaurante en un sótano de la zona 9.
El encuentro fue una decepción. Sí eran las personas de las fotografías, pero hace 20 años.
– Los señores podían haber sido nuestros papás, dice Pilly ahora entre risas. No hubo nada de nada.
Lo que sigue en la historia de Ricke y Pilly es un viaje a Costa Rica. Él iba por motivos de trabajo y le pidió a Pilly que lo acompañara.
El fin de semana aprovecharon para visitar un club swinger. Los anfitriones eran una pareja de muchos centrímetros, cuerpos esculturales y bronceados. El lugar era paradisíaco y parecía de película.
Entraron a la fiesta y los invitados estaban desnudos en la piscina. Vieron los primeros sexos orales swinger.
Eran nuevos así que se sentían curiosos y con miedo. El primer día no salieron de la habitación.
Al segundo día fueron a la piscina y les pareció que la gente era simpática. Tanto que se apuntaron para la fiesta de la noche.
Su primera pareja (de ambos) se tomó el tiempo para explicarles finalmente qué era el mundo swinger y les aclaró que el intercambio de parejas es una opción y no una obligación, incluso en las fiestas swinger.
Swinger es el término utilizado exclusivamente para personas que deciden ejercer su libertad sexual en pareja. Su finalidad es cumplir las fantasías de ambos, en complicidad.
Las fantasías pueden ir desde platicar con otras parejas sobre temas sexuales, ver a otras parejas teniendo sexo, dejarse ver por otros o intercambiar parejas.
Y claro, el mítico ménage-a-trois [menásh a truá: los tríos], el sexo en grupo o cualquier otra variante.
Aprendí que hay muchas formas de vivir el estilo de vida swinger y cada pareja decide su ritmo, estilo y gusto.
Eso sí, existe una regla a nivel mundial que rige a esta peculiar comunidad: “’No’ es ‘no’ y no se pregunta por qué”.
Y otros mandamientos como el respeto o el sexo con condón.
Ricke y Pilly concuerdan en que esa explicación fue crucial para que hoy exista comunidad swinger en Guatemala.
Cuando volvieron de ese viaje empezaron a buscar parejas con el mismo interés y a organizar reuniones en su apartamento. Llegaban entre 4 y 10 personas. Las fiestas se convirtieron en Ricke’s Place, una casa que ha hospedado hasta 120 personas a la vez.
Aseguran que ahora prefieren hacer eventos más pequeños para tener todo mejor controlado, pues al ser algo tan íntimo no cuentan con un staff grande.
Hacen reuniones y fiestas los viernes, sábados y algunos domingos. Asisten entre 25 y 35 parejas seleccionadas por Ricke y Pilly.
Cada semana entrevistan a 10 parejas que se postulan para asistir a Ricke’s Place. Aceptan a mujeres solas a sus fiestas por el hecho de que consideran que no existen lugares para la diversión sexual del género femenino.
– Las mujeres tienen el derecho a dar y a disfrutar del placer, defiende Pilly.
Agrega que ella pone particular interés en las demás mujeres al momento de las entrevistas. Si van en pareja, Pilly intenta asegurase de que están ahí porque quieren y no por presión por parte de su acompañante.
En el caso de las mujeres solas, busca que entiendan a plenitud el estilo de vida swinger. “Deben comprender y estar de acuerdo con que no se va a un sitio de swingers a conseguir pareja. Simplemente es algo sexual que no va a convertirse en nada”.
Los hombres solos no son bienvenidos.
Cuando les pido que me hablen de sus invitados me dicen que son parejas que en su mayoría están entre los 30 y 40 años, de clase media alta y alta. Incluso asisten extranjeros, sobretodo centroamericanos. Algunos son sexólogos, otros son empresarios y así continúa la lista. De sus profesiones, Ricke y Pilly no quisieron darme detalles pero dijeron que durante la semana trabajan y tienen una vida muy común. Lo swinger es un hobby de fin de semana.
Las reuniones de la comunidad se pueden clasificar entre soft (suaves), full swap (con interacción de terceros) o extreme (extremos).
El encuentro de tipo soft consiste en una reunión donde estarán solamente dos parejas sin llegar a ningún tipo de interacción entre sí. “Las parejas que lo soliciten podrán indicarnos cómo lo han soñado y gustosamente buscaremos recrearlo de una forma muy cercana a su fantasía”, puede leerse en la página web de Ricke’s Place.
Por otro lado, el full swap es la recreación de una fantasía que conlleva interacción con una o varias personas. Y finalmente, el extreme engloba a aquellas fantasías poco usuales. Ricke y Pilly aseguran que ellos saben como orientar a las parejas para este tipo de encuentros.
Todo esto se lleva a cabo al menos una vez por semana. También realizan fiestas temáticas que a veces incluyen la presencia de strippers de ambos sexos, bailarinas exóticas, masajistas y más. Los asistentes pagan una cuota que costea lo anterior, la comida y, claro, los condones.
Ricke y Pilly enfatizan en que el swinger tiene efectos positivos: “Se genera una mayor comunicación entre la pareja, disminuyen casi en su totalidad los celos enfermizos y la infidelidad ya no tiene razón de ser. Marca el inicio de una relación con menos problemas”.
Pero lo recomiendan sólo para parejas consolidadas porque no todo es color de rosa.
Reconocen que hay parejas que se han separado después de las fiestas swinger.
Después de una pausa Ricke continúa: “Nosotros no tratamos de convencer a nadie pero tampoco creemos que hacemos algo malo. Estamos enamorados, nos respetamos y somos felices”.
La camarera seguía limpiado los pisos mientras hablábamos. Queríamos seguir hablando, pero sentí que era el momento de irme.
La aguja que cuenta los minutos le había dado más de una vuelta al reloj desde que empezamos a hablar y la trabajadora, mientras nos veía fijamente limpiaba la mesa de al lado por al menos cuarta vez a pesar de que nadie se había sentado desde que llegamos.
Me dio las indicaciones para llegar a la fiesta. Y vaya que fue una fiesta.


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